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Caminadita Delante de mí, a 30 metros, está la salida que da a la larga terraza. Hacia allá me dirijo cuando observo que, caminando en la misma dirección pero subiendo la ancha escalera a mi izquierda, van Eva y Guillermina. A jugar billar no van. Quizás van a la biblioteca o a las taquillas de mujeres, pero presiento que van a jugar cartas en el salón de juego de las mujeres. Las saludo y sigo. Estoy a 10 metros de la salida que da a la terraza y miro a mi derecha donde hay gente sentada en los muchos sofas y sillas de la sala. Están tan ocupados que ni se fijan en mí, pero más allá veo a Claudio en el comedor, quien alza su mano como saludo (y eso que le di una propina mierdera el domingo pasado). Por fin paso a la terraza. Aquí titubeo. No sé si seguir recto, caminando la larga terraza hasta el final, casi hasta la playa. De ahí puedo girar a la derecha hacia la piscina y, bordeando la arena, caminar a la bolera. Ventaja: me tomo una granadina en el "snack bar" de la terraza. Desventaja: tengo que saludar a una pila de gente sentada en las sillas de la terraza. Y capaz que Berenguer esté en la playa tirándole mamoncillos a los muchachos. Otra opción, en vez de ir recto, es girar derecha. Puedo atravesar el rink de patinar, cruzar los terrenos de football y beisbol, y llegarme por los courts de squash. No, no me conviene, porque capaz que me encuentre a Raúl Shelton, a quien dejé embarcado el sábado pasado para un juego de dobles. Así que decido girar izquierda y comienzo a caminar por la acera adyacente al edificio. Paso la taquilla de los niños, saludo a Jacinto, y sigo. A mi derecha, pasado el jardín, observo que los muelles están medio vacíos. Paso la barbería (Zenón está sin clientes y medio dormido) y ya empiezo a oir el ruido de la gente en la barra. Se me ocurre, de pronto, si el arquitecto tenía tendencias machistas cuando puso la barra directamente debajo de la taquilla de los hombres y lo más distante posible de la taquilla de las mujeres. Sentados en una de las mesas, jugando cubilete, están Toñín Llama y Raúl García Vidal. Me sentaría con ellos, y un tragito no me vendría mal, pero están con dos tipos que no conozco, así que sigo. Ahora paso por el salón de juego de los hombres. Ganas no me faltan de entrar, pues veo a Fati García jugando Continental y me encanta sapearle el juego. Pero resisto la tentación y sigo. En los courts de tennis hay un juego bien reñido entre Blanca Bravo y Tony de la Torre. Por fin llego a la casa de botes, a examinar el arreglo de fiberglass que le están haciendo a mi Snipe -- arreglo necesario por el maricón del Vedado que me chocó en la regata de hace 10 días. Me alegro de no dar con Gonzalo Meléndez, porque me va a empezar a joder (como siempre hace) que el arreglo va a ser una mierda y lo que debo hacer es comprar un Snipe nuevo. Pero el arreglo luce bien y decido caminar hasta el bohío de la casa de bote, buscando brisita. Me siento. En la distancia oigo un radio y es Lucho Gatica cantando La Barca. Ni sé en que pienso y pronto dormido estoy.
Nota: Este "sketch" fue hecho por un "amateur" para dar una idea del local. Se solicita que un arquitecto, familiarizado con el Club, contribuya con uno superior a éste.
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Vista Aerea del Club -- Casi Terminado
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