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. . Anécdotas Groseras
Actividades Sospechosas Debajo de la Balsa
Acuerdate que invitamos tu contribución. Si tienes un cuento del Miramar que
sea verídico, interesante y corto, envialo por e-mail a . Los padres que inesperadamente se encontraban con un hijo en necesidad immediata de una máscara de bucear, se van a enterar ahora que no era para recoger conchitas o mirar a los pescaditos. Era para rescabuchar lo que pasaba debajo de la balsa. Ahí era donde muchachos mayores se iban con sus novias. Y no era sólo para darse matecitos. Ni pregunten lo que se hacía ahí. Las chaperonas ni se enteraban, pues creían que sus niñas estaban bañándose en la playa y ¿qué pueden estar haciendo con el novio delante de tanta gente? Lo que no sabían era el truco de meterse debajo de la balsa. El espacio de aire que ahí había te permitía respirar, y nadie te podía ver a no ser que se metieran con careta por abajo del agua. No se van a mencionar nombres aquí de los que más se metían debajo de la balsa, pero a uno de ellos le decían, por razones obvias, el Capitán Manguera.
En la taquilla de los niños, cuando Jacinto estaba ausente, los muchachos en las duchas a veces entraban en guerras de mierda. Parados abajo de la ducha, depositaban un mojón en la mano y se lo tiraban a otro niño. Por supuesto que el otro niño respondía con su propio proyectil. Este cuento -con lo grosero que es- no merece más atención, ni se incluiría en esta página, si no fuera por las medidas a que llegaron los niños en busca del mojón perfecto. Había dos problemas. Primero, tenías que tener proyectiles. O sea, corrías un gran riesgo si te ibas a dar una ducha con el intestino vacío. Segundo, la consistencia de tu proyectil. ¿De qué te servía como proyectil si lo que salía era diarrea? ¿O tan duro que tenía largo alcance pero rebotaba del enemigo sin ni siquiera mancharlo? No, el mojón perfecto estaba en el medio. Lo suficiente solido para poder tirarlo, pero lo suficiente blandito para que explote cuando llegue. Por muchos días, los niños buscaban la dieta exacta para crear el mojón perfecto. Algunos preferían arroz blanco, frijoles negros y picadillo, mientras otros preferían viandas. Es importante que los padres de estos niños sepan este cuento, porque ahora entienden aquellos días cuando sus hijos les pidieron "¡Los próximos tres días, de almuerzo y comida, quiero puré de malanga con masitas de puerco, y no me des guayaba de postre!"
El Futbolista que le Quitaron Peso por Tener el Miembro Muy Grande Este cuento me lo hizo mi padre, "Pecho de Tabla" Martín. Convocado de las 9 a las 12 de la mañana por la Federación Amateur Cubana de Football Americano (la FACFA), se presentáron un día todos los jugadores de menores de 15 años de todos los clubs e instituciones para pesarse. Además de demostrar, con certificado de nacimiento, su verdadera edad, no podían pesar mas de 130 libras. Entre los que se pesaron bien temprano esa mañana había un muchacho de otro team, altísimo, negro, de gran musculatura, que parecía tener 17 años en vez de 14 o 15. Como pesó más de 130, su coach lo mandó a la pista a que corriera y sudara. Media hora más tarde se volvió a pesar, y seguía con sobrepeso. Esto se repitió varias veces más durante la mañana, y el muchacho se estaba acercando pero no llegaba al peso requerido. Unos minutos antes de las 12, exhausto después de tres horas de correr, entró al edificio para su último intento. Se quitó los tennis y las medias. Se quitó el short y, ya que no tenía camisa puesta, se quedó en calzoncillos. Lamentablemente, pesaba un tilín mas de 130. Su coach, reconociendo que los calzoncillos estaban empapados en sudor, le dijo que se los quitara. En "shock" quedó todo el mundo cuando vieron el miembro del muchacho, que le llegaba a la rodilla y tenía el grueso de un tubo de escape de carro. Por varios segundos hubo silencio absoluto. Sin nadie decir nada, el muchacho se volvió a pesar, pero sin exito. Dirigiéndose a "Guamacaro" Booth, el presidente de la FACFA, el coach del muchacho le pidio que pesaran al muchacho con dos soguitas amarradas al miembro (una en la punta y otra en la base) y alzadas por otra persona, para así no penalizar al muchacho por su obvia anormalidad fisica. Immediatamente, los coaches y delegados de los otros teams, incluyendo a mi padre que representaba al Miramar, le recordaron a Guamacaro que la limitación de peso estaba ahí para proteger a los niños, y del peligro de chocar con uno de más de 130 libras, sin importar si el exceso de peso esté en la cabeza, los tobillos, o entre las piernas. "En resúmen," le dijéron, "lo importante es el peso total." Guamacaro pensó unos instantes y rindió su decisión final: como buen politico, para no quedar mal con ninguno de los dos lados, mandó a pesar al muchacho con solo una soguita en la punta del miembro, para así quitarle el peso de la mitad del miembro, diciéndole al coach del muchacho que de esta forma él estaba quitándole el exceso de peso del miembro. Como a veces sucede, ninguno de los dos lados quedó satisfecho (se me ocurre que la única persona satisfecha aquí era la novia del muchacho). Pero aceptaron la decisión, el muchacho se pesó como Guamacaro ordenó, y llenó los requisitos, pesando exactamante 130 libras.
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Raúl Cosío (Zeppelín). |